Año de nieves, ¿año de bienes?

Ya lo dice el dicho, y parece que esta vez va a dar en el clavo. Cuando no se veía el fin de la peor sequía de los últimos años en España, llovió. Y nevó. Y lo hizo a lo grande, para beneficio del campo.

Todo se remonta a 2014. La falta de lluvias dio paso a la peor sequía de los últimos años. Los embalses comenzaron a vaciarse a pasos agigantados sin que nadie pensase, en ese momento, en las terribles consecuencias que podrían derivarse de esa situación. Con el paso de los meses, y de nuevo sin que lloviese de manera abundante en prácticamente ningún punto de la geografía española, la situación se agravó, poniendo en peligro todo lo que dependía directamente del campo.

En ese momento, ya se pusieron en marcha muchas de las restricciones de agua que se siguen manteniendo actualmente para evitar el derroche por parte de particulares, empresas o instituciones. La situación, sin duda, llegó a preocupar y una muestra de ello fue que la preocupación por la sequía se coló en la agenda política de los principales partidos, que llevaron al Congreso y a las demás mesas de debate diferentes propuestas con las que poner en valor un bien cada vez más escaso.

Ya en ese momento se miraba al cielo con la esperanza de que llegase la esperada lluvia. Fueron días, meses, años… que se hicieron interminables y que, a pesar de la espera, no obtuvieron el resultado esperado. Los valores de precipitaciones seguían siendo notablemente inferiores a los considerados ‘normales’ por los expertos. La causa principal era la falta de precipitaciones, y un ejemplo de ello fueron los datos del último año hidrológico (del 1 de octubre de 2016 al 30 de septiembre de 2017), que se cerró con 551 litros por metro cuadrado de media en el conjunto del país, un 15% menos en relación con la media histórica, de 648 litros por metro cuadrado.

Balón de oxígeno

Una vez puestos en situación, y teniendo en cuenta la grave situación en la que se encontraba el campo, la llegada de lluvia y nieve ha supuesto un balón de oxígeno en todos los sentidos. Las precipitaciones y nevadas de estos días permitirán que no haga falta regar ni desembalsar agua de los embalses hasta los próximos meses, además, la nieve caída eliminará plagas porque empapa el terreno y aportará minerales fundamentales al campo como el fósforo. Los cultivos más beneficiados son la cebada, el centeno, el trigo y otros cereales porque, además de aislar del frío, aporta agua para su crecimiento en los meses siguientes.

Precisamente, por este motivo, el refrán con el que empezábamos este post recobra más sentido que nunca. La nieve hace que la tierra labrada del campo se mantenga húmeda, lo que beneficiará al crecimiento de los cultivos plantados en ella, independientemente del que sea. Los embalses y acuíferos también son los grandes agraciados por la lluvia y la nieve, puesto que se llenan y garantizan reservas para los próximos meses de primavera y verano, duros por el intenso calor y la ausencia generalizada de precipitaciones.

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